Después de tres meses de cuarentena, más de seis mil fallecidos, una proyección de caída del PBI del 12%, populismo desbordado, y carencias éticas y sanitarias, sumados a la desigualdad y extrema pobreza de nuestro país, parece que ha llegado el momento de hacer cambios radicales.
Esto no quiere decir que no se hayan hecho cosas buenas. Allí están los médicos y las fuerzas del orden, los funcionarios públicos, las empresas y los trabajadores. Y la ciudadanía, que ha respetado las reglas impuestas por el Gobierno hasta donde ha podido.
Pero un balance frío de la situación nos muestra que no ha sido suficiente. Hay que llegar a un acuerdo social que permita reducir las muertes y promueva una rápida recuperación económica; y, en cuanto a las reglas, seguir usando mascarilla, mantener la distancia física y lavarnos las manos. Dos objetivos y una regla. Bien simple.
La situación ya no está ni para acusaciones, críticas, suspicacias escondidas detrás de regulaciones innecesarias ni esfuerzos aislados. Y menos para populismos baratos. La muerte de más de seis mil peruanos demanda que todos empujemos en una misma dirección. Al Presidente le toca liderar este esfuerzo social e implementarlo. Lo hizo bien al principio, pero tiene que hacerlo hasta el final.